miércoles, 12 de agosto de 2009

En Crónica de un día extraño:

Lo hago por mi hermano (fragmento)

No lo hagas ¿ Quién eres ? Soy tú y también fui un guerrero del ejército de los hititas cuando los últimos días de Akhenaton. Conocí a Stendhal, su pasión por la mujeres, y en estos tiempos encarné a un revolucionario cubano; prendí al libertador varios habanos. Fuimos todos esos personajes y otros más ¿ Fuimos, qué quieres decir con eso ? He estado, hemos estado aquí desde hace mucho tiempo y no puedo descansar, no podrás hasta que no hagamos las cosas bien. Debes saberlo, no alcanzamos la paz hasta que no estemos totalmente purificados. Yo estaba confiado, esperaba esta fuera mi última vida, tu última vida, pero lo estás echando a perder. Créeme no querrás vivir eternamente. No quiero. Espera, esto es imposible. Rústico incrédulo comenzó a reír a carcajadas, los músculos de su cara se extendieron al máximo obligándolo a cerrar los ojos. Regresó la fuerza a sus piernas y se levantó cuando hubo terminado de desahogarse, abrió los párpados y se enfrentó a lo que para él no era la realidad. Su reflejo estaba tendido, tirado en el suelo, desde ahí su otro yo, que era él mismo, comenzó a decirle: Así es como nos vemos, como te veías hace un rato. Perdóname pero no quiero caerme, no deseo estar nuevamente arrastrándome por el mundo; por el tiempo y el espacio ¡¿No lo entiendes?! Reencarnarás en otra persona si no actúas correctamente. No debes hacer lo que te encargó aquel imbécil, eso podría darte otras tres vidas. La eternidad es el infierno, lo comprendo ahora. No se me había permitido tener contacto con alguno de mis otros yo; ni en este momento, me estoy arriesgando porque creo en ti ¿ Por qué no vas a creerme si yo soy tú ? Te digo, aquí no se está bien. Es un fuego que te quema y no se consume. No te acostumbras, cuando parece que has dominado el dolor, las características del fuego cambian y te producen un sufrimiento que antes no habías sentido. Hablo de ti, lo que ahora sufres es ese fuego. El dolor que sentirás en otra vida será a razón de esa misma flama pero mutada.

El ojo de Zeus (fragmento)

Rústico estaba en el suelo, no había alcanzado a llegar hasta donde estaba ella, sus manos temblaban y decía sentir acalambradas las piernas. Nalgas ácidas se acercó, le depositó una pastilla en la boca al tiempo que le regañaba: - ¿Cuántas líneas fueron esta vez?¿La cocinaste? Mierda, como siempre nunca me invitas ¿Qué es esto? – Nalgas porosas descubrió entre la sangre que de la nariz le escurría a Rústico, un cuerpo del tamaño de cualquiera de sus ojos. - Es arena – contestó Pessoa – tomé un poco por la mañana y la esnifé, esa bola que me acaba de salir, supongo es el ojo que le arranqué a la figura de Zeus que un joven esculpía en la playa -.

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